El poder poético es tuyo, lo sabés, lo
sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese
poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta.
Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera
ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no
obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale
la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra,
alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te
acepto viva, sólo te quiero Alejandra. Escribíme, coño, y perdoná
el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para
darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.
Carta de Julio Cortázar para Alejandra Pizarnik
Paris, 9 de setembro de 1971
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